1.10.2007

7.-El Sultán de Tucán.

Me despiertan los ruidos y voces de las compañeras circulando por los pasillos, supongo que ya es de día y tarde pero mi mente se niega a ordenar los movimientos precisos para que mi cuerpo se levante de la cama. Hasta le cuesta ordenar a los parpados que se abran, al brazo derecho que se alargue hasta la mesilla de noche y que coja el despertador para encender su debil luz y ver la hora: las tres y veinte de la tarde. Sigo en la cama con los ojos cerrados, las voces de las chicas, suaves pero audibles, por los pasillos no cesan, me imagino que la mayoría de ellas ya están levantadas, quizás ya comieron. Mi cabeza recuerda que Mami me dijo que daban comidas hasta las cuatro de la tarde. Giro mi cuerpo en la cama para recolocar mi posición y me doy cuenta de que tengo el pantalón del pijama bajado, enredado en los pies, supongo que hizo calor de noche y ni cuenta me di de que me lo bajaba, en el cuarto hace calor, un calor que voy percibiendo cada vez mejor, le doy la vuelta a la almohada, buscando la frescura del lado no utilizado, y eso que dejé la ventana abierta, con la persiana bajada de forma que el aire se filtrase por las rendijas y ahora se filtra la luz del sol que penetra dentro del cuarto en finas lineas de luz, como si un arma de precisión hubiese disparado contra la persiana haciendo los agujeros precisos, lineales. Me pongo boca arriba y me destapo del todo, me quito del todo la parte de abajo del pijama, no llevo braga, me desabrocho la parte de arriba y me quedo tendida con los brazos y piernas abiertas. Mis ojos se van acostumbrando a la penumbra, veo en una esquina de la habitación el aparato de aire acondicionado ¿funcionará?, ¡qué tonta! seguro que funciona y estoy pasando calor, tengo que preguntarle a la Mami si va el trasto ese aunque quizás haga ruido, parece viejo. Mi cuerpo va despertandose, poco a poco voy notando las sensaciones de volver a la vida tras el sueño reparador. No se por que recuerdo a un cliente joven con el que estuve anoche, era guapo, me folló de pie en el cuarto, pagó media hora y en diez o quince minutos ya estaba fuera. Algunos intentan excitarte con caricias, tratan de ser más o menos agradables en ese aspecto, este chico no es que fuese desagradableno llegaba a ese punto, tampoco anduvo con muchas florituras, cuando salí del baño desnuda el estaba de pie, solo con los vaqueros puestos, me abrazó por la cintura e intentó besarme la boca, la aparté ofreciendole mi cuello, sin casi darme cuenta me vi con las manos apoyadas en la pared y él por detrás intentando penetrarme. Le dije que sin condón no y me dejó ponerselo en silencio, sin pronunciar palabra volvió a colocarme en la misma posición, me penetró sin delicadeza ninguna, follandome con fuerza, en algunas embestidas me levantaba ligeramente del suelo. Escuché sus estertores de placer mientras sentía sus ultimas embestidas, más fuertes pero más desacompasadas que las precedentes. Me la sacó y se tumbó en la cama con el condón puesto, la polla erecta y los vaqueros en sus rodillas, no se por que me resultó agradable verlo así, me tumbé junto a él, más por ser agradable que otra cosa, le retiré el preservativo y le di unas caricias, él no hizo nada especial, se dejó hacer

-Estuvo bien, me gustó como me lo hiciste -le dije- ¿siempre eres tan fogoso o tenias muchas ganas?

Sonrio y se reincorporó, me quedé en la cama tumbada mientras el se vestia sin decir nada, supuse que no quería conversación así que empecé a vestirme yo también para volver abajo, sin casi darme cuenta él estaba vestido y saliendo por la puerta con un "hasta siempre, gracias", solo me dio tiempo a decirle un casi ritual "vuelve cuando quieras" le vi sonreir desde el marco y marcharse.

Hay tipos raros por el mundo, este será uno de ellos.

Me siento excitada y comienzo a acariciar mi coño que se pone humedo enseguida, abro más las piernas y meto mis dedos en el interior, dos dedos, hago que entren y salgan despacio durante un rato, después los sustituyo por los de la mano izquierda, con la derecha acaricio mi clitoris, me corro enseguida. A veces me pienso estas reacciones, me excité pensando en un tipo que simplemente me usó, no sintió absolutamente nada por mi ni yo por él, llegó, me compró como quién compra una vagina vibradora, me usó y me dejó casi tirada en el cuarto y resulta que me excito con ello. Me consuelo pensando que a lo mejor esa misma situación excita a otras chicas, que no es tan malo, solo que yo la vivo en la realidad y ellas no. A lo mejor resulta que soy verdaderamente una golfa, que disfruto trabajando de puta, pero no, no creo, si ese chico no hubiese pagado quizás ni me hubiese fijado en él. Pienso en si estuviese casada y mi marido me hiciese algo semejante, seguro que le tiraría algo a la cabeza a un cabrón así. Creo que nunca tuve una fantasía de ese estilo con anterioridad.

Me levanto y abro la persiana, la luz entra en el cuarto inundandolo todo, durante unos segundos tengo que cerrar los ojos, me molesta tantisima claridad. Giro sobre mis talones y me meto en el cuarto de baño, la luz artificial no es tan molesta. El agua de la ducha me limpia, no solo por fuera, parecerá una estupidez, pero también me lava por dentro. Casi siempre cuando me acuesto hay un poso de depresión en mi corazón, un mal sentimiento, algo que me dice que lo que hago no está bien, hace tiempo que lo achaco a la educación recibida: es malo follar, es malo el sexo, partiendo de esa base aún es mucho peor cobrar por ello. Soy puta, soy la perversión, soy el vicio, soy algo a combatir, soy un insulto para otras mujeres y hace un momento me acabo de correr recordando que un tipo me usó casi como le dio la gana, solo para correrse en mi y se fue casi sin despedirse. El agua va quitando esos sentimientos de mi interior. Cuando salgo de nuevo al cuarto la luz del sol ya no me molesta. Salgo al balcón con una toalla por todo vestido, me pongo a contemplar el paisaje de campos dorados y cielo limpio, los coches pasan veloces por la carretera. En la explanada hay un coche de la Guardia Civil, los guardias están a la sombra de un arbol charlando con un paisano, en un momento dado los tres me miran y yo vuelvo a meterme dentro.

Me pongo un vestido viejo con rayitas azules horizontales, está medio raido pero es fresquito y para bajar a comer sirve, cuando me estoy poniendo las chancletas Mami toca en mi puerta para advertirme que me puedo quedar sin comer

-Mami, mami, entra -le pido-

Cuando entra le pregunto como funciona el aire acondicionado

-no funciona -responde- de todos modos casi mejor, son viejos y hacen mucho ruido, el jefe va a cambiarlo e instalaros aparatos nuevos pero de momento no funciona

Vaya, que faena, habrá que aguantar como se pueda el calor castellano.

Al cruzar el local donde trabajamos por la noche hay un chico con una aspiradora limpiando, está absorto en su trabajo, cuando me ve hace un amago de saludo, parece pronunciar un buenas tardes pero con timidez, a lo mejor le da verguenza encontrarse de frente con una puta, yo lo saludo con soltura y sonriendo, el esboza una sonrisa y sigue a su faena.

En el comedor aún hay algunas chicas comiendo, otras están charlando y alguna que otra ve la televisión, alguna pregunta a que hora comienza no se que telenovela, le responden que a las cuatro. El cocinero me dice que me sirva de lo que hay, es un señor mayor, gordito con cara de simpatico.

-Si no te gusta y quieres otra cosa dimelo, veré lo que puedo hacer.

Hay filetes rebozados con patatas fritas, también hay ollas con arroz y feijoada, eso no suele faltar en los clubes, el arroz es para las brasileñas como el pan para nosotros, la feijoada no son otra cosa que alubias negras, se ve que no puede faltar en la mesa, se coma o no suele estar allí, en otra fuente hay merluza con una salsa verdosa, el cocinero ante mi cara de asquito explica lo que es tras presentarse y decirme que se llama Carlos:

-Merluza en salsa verde, está muy buena, la salsa se hace con verduras.

Con un trocito de pan pruebo la salsa, está buena y decido echarme un poco de arroz con un par de rodajas, me siento sola mirando las imagenes de la televisión, no está ninguna chica de las que más o menos conozco. Al terminar vuelvo a mi cuarto, cuando estoy subiendo baja Natalia, la brasileira con la que nos hicimos a los abueletes, me invita a acompañarla a la piscina, allí se está fresquita a la sombra y puedes darte un chapuzón. No lleva nada puesto, va completamente desnuda, solo unas chancletas y una toalla en la mano, le pregunto si baja así y se rie, me responde que no hay problema, muchas lo hacen, "isto é un clube privado" dice con sorna. Le digo que voy en un rato.

Me pongo un bikini, solo la parte de abajo, si se tercia ya me lo quitaré allí, debajo del vestido. Yo no soy la brasileira, no me apetece alegrarle la vista al chico que está limpiando abajo, al cocinero o a cualquiera con el que pueda cruzarme, cuando busco la toalla me doy cuenta de que no tengo bronceador, espero que alguna chica tenga y pueda dejarmelo, a lo mejor puedo comprarselo a Mami. Las mamis suelen tener en un cuarto una minitienda con productos de higiene, alguna ropa "de trabajo", cosas intimas, algún perfume, en fin, lo que más podemos necesitar y mejor pueden vender, con eso se sacan un sobre sueldo. No hace falta ni que le pregunte, cuando salgo está colocando algo en un mueble y ya lo dice ella

-¿tienes bronceador cariño? mira que si te quemas después te va a doler trabajando
-vendemelo, voy por dinero
-ya me pagarás luego, no te preocupes

Me da un frasco de bronceador, no hay más marcas ni grados de protección: Loreal, factor 12. Tampoco me va mal, supongo que me costará un poco más de lo habitual. Una vez un militar me contó que ellos, hace años, tenian economato en los cuarteles, un economato era un lugar donde los productos se vendian a mejor precio que fuera. La tienda de cualquier mami en un club más que un economato sería un "gastamás" un "tecobromás" o algo así, pero bueno, te hace el servicio, a veces los clubes están lejos de ciudades o lugares donde puedes adquirir algunas cosas, ellas se molestan en traertelas así que justo es que ganen algo.

La piscina resulta totalmente anacrónica en el lugar, desde fuera, desde la explanada trasera del club se observa al fondo y en una esquina, es un rectangulo más o menos grande rodeado de cipreses que sobresalen por el interior y por encima de una vaya metalica llena de hiedra, el resto de la explanada, muy grande, es similar al desierto del Teneré, un pedregal con gravilla. Según voy caminando hacia la piscina me viene a la cabeza la pinta del dueño del club y pienso que fue capaz de hacer un agujero en el suelo, echarle cemento, llenarlo de agua y decir que tiene una piscina cuando no sería más que una charca. ¡Sorpresa! cuando abro la cancela que da paso al interior el mundo se transforma, dentro de la piscina hay varios arbolitos que dan sombras agradables, además de la que dan los altos cipreses según la orientación del sol, en otra parte no hay ninguno, solo algunas chicas en unas tumbonas aparentemente muy comodas que toman el sol, algunas de ellas lo hacen directamente sobre la grama. La piscina parece un microcosmos de verdor en medio del desierto. El tipo tuvo el detalle hasta de hacerle forma de playa, con su arena y todo, solo le faltan las olitas y que el agua fuese salada. Un pequeño paraiso encerrado entre cuatro paredes de cipreses.

Natalia me hace señas, está debajo de un arbolito en una tumbona, hay otra a su lado, cuando llego a su altura me la señala con languidez

-Tumbese ahí, aquí se fica uma na gloria

Le doy las gracias por reservarme la tumbona, me quito el vestido y me echo bronceador, ella me pide que me acerque para echarme crema en la espalda. Me tumbo y contemplo el ambiente de la piscina. Una imagen me sorprende, no me había fijado, había visto el sillón flotador, pero ni me había dado cuenta de que alguien estaba sobre él, ahora lo tengo de frente. En la piscina hay tres chicas bañandose, hablan entre ellas en el agua formando un corro, en frente de mi está el enorme flotador-sofá de color naranja chillón y sobre él, el jefe del club con las gafas de sol más horribles que se puedan imaginar, grandes, enormes, de espejo, sus cordones de oro al cuello y leyendo una revista. Dos chicas, bromeando, mueven lentamente el sillón por el agua, como si fuesen motores humanos, van agarradas al sillón por detrás y chapotean con los pies. Yo miro a Natalia, supongo que mi cara refleja la pregunta, ella me contesta:

-Es así siempre, ahí lo tienes, como un sultán en su harem, lo encontrarás aquí todas las tardes
-vaya, que mal rollo
-ni caso, no se mete con nadie ni en nada, solo está ahí, supongo que es feliz así

Y lo cierto es que no hace nada, no se mete con ninguna, no se le ve que esté de mirón, nada, solo está ahí en el enorme sillón flotante dejandose pasear ora por un par de chicas, ora por el aire o por el mero movimiento del agua, a veces algunas chicas bromean con él y responde cualquier tontería.

Me fijo que en el regazo tiene una vara, le pregunto a Natalia para que es

-Algunas chicas le vuelcan el sillón y lo tiran al agua, si se acercan se protege amenazandolas con el palo
-no se enfada si se lo hacen
-prueba a ver -me dice Natalia riendo-

Durante un rato estoy tumbada a la sombra pensando en hacer la gracia del día, meterme en el agua como si tal cosa, como quien se va a bañar, acercarme para saludarlo y volcarlo.

Corro un poco la tumbona, para ponerla al sol, me apetece ponerme boca abajo, ponerme morena y no pensar en ninguna maldad, quizás el día antes de irme le vuelque el sillón ese tan escandaloso, con él encima, depende como se porte conmigo.

En una esquina del recinto hay una especie de chiringuito playero sin nadie que lo atienda, unas chicas toman refrescos en una mesa que hay allí

-Si quieres tomar algo vas allí y lo coges -me dice Natalia-
-¿a quién se le paga?
-es gratis, detalle del sultán de Tucán -replica riendo a carcajadas-

Yo rio también, el animalito parece que es un tanto zafio y bastante hortera pero sabe tener detalles con el personal.